Un musulmán entra en el criper y se pide una cerveza.
– ¿Algo de picar? -pregunta la camarera. El musulmán mira lo que hay y le señala la sangre.
– ¿Es de cerdo?
– Ni idea -responde la camarera.
– ¿Cómo que ni idea? ¡Es tu obligación saber lo que vendes!
El musulmán comienza a darle la charla a la camarera, que finalmente se cansa y le dice:
– A ver: yo no lo he comprado, tampoco lo he cocinado y no lo he probado. Dígame, entonces ¿cómo voy a saber si es de cerdo o no? La sangre es sangre, con saber eso y que a los clientes les gusta es suficiente. De todas formas, si tienes dudas de si es o no de cerdo y tu religión te lo prohibe, es tan fácil como no probarla.
El musulmán se la queda mirando, se encoge de hombros y finalmente dice:
– Ponme un poco ¡Pero caliéntalo!