Cuando la camarera entra, el tipo ya está allí y el jefe le dice que lo tiene todo pagado, así que no le presta mucho atención hasta que le hace señas.
-Esto es lo que tengo -dice él, soltando unas cuantas monedas en la mesa-. Con lo que hay, ponme lo que sea.
-Pues con eso -responde ella, al ver que no hay ni sesenta céntimos- no te pongo ni aire.
-Venga ya, me pones el equivalente que calcules, así a ojo… -le suplica el hombre.
-Solo servimos lo que hay en completo. Lo más pequeño es un chupito, y no tienes para un chupido.
-Pero sí tengo para medio chupito -protesta él. Luego mira las monedas y rectifica-: Bueno, quizás para un poco menos.
-Te he dicho que no. O chupito completo o nada -se empieza a enfadar la camarera.
-Pues ponme el chupito entero pero me cobras esto…
-Largo -le interrumpe ella, señalando la puerta. El tipo se va, murmurando entre dientes:
-Qué poco te enrollas, tía.