La camarera no tiene ganas de aguantar pesados, pero cuando llega el cliente habitual se obliga a ser amable y a darle coba. En algún punto de la conversación se da cuenta de que se ha puesto el jersey del revés y lo da la vuelta ahí mismo, porque lleva varias capas de ropa debajo. A partir de ese momento, la conversación, sea el tema que sea, parece derivar al mismo tema: el sexo. Ella hace lo posible por desviarlo, pero parece que siempre acaba ahí, aunque se hable de los dibujos animados que ve la hija del hombre.
-Nah, no me hagas caso. Siempre que vengo acabo tirándote los trastos -dice el tipo. La camarera le mira alzando una ceja-. ¿No te sientes atraída por mí?
-No -responde ella, alucinando. Él tiene cuarenta y tantos, es regordete y su conversación está lejos de ser interesante.
-¿En serio? ¿Ni un poco?
-Ni remotamente…
-Como siempre que vengo te pregunto si tienes chaval y dices que no…
-Sí, y también te digo que no estoy interesada en tenerlo -se enfada ella.
-Es que eres una chica muy guapa, y me gustas.
-Pues tú a mí no. Y no puedes decir que dé pie a que pienses lo contrario: vengo con ropa ancha y fea, sin maquillar y despeinada. Solo falta que me llene la cara de pústulas y cicatrices para desanimaros.
-Eso es aún más atractivo, y cuando te has quitado el jersey me has puesto como una moto -el tipo hace un ruido desagradable.
-Llevo tres capas de ropa bajo el jersey -replica ella, cada vez más incómoda.
-Y además te lo pasas bien conmigo.
-Soy amable y te doy conversación -le corrige la camarera. No es tan maleducada como para decirle la verdad, aunque se la merezca: que se aburre como una ostra cuando él está en el bar y que cuenta los minutos para que se largue.
-Vamos, que solo somos amigos.
-Conocidos -le vuelve a corregir ella. Otro cliente más que confunde una conversación cortés con amistad.
-Ah, vaya, pues tenía que intentarlo.
-Sé realista. Tengo veinticuatro años.
-Y eres muy guapa y muy inteligente.
-Pues mejor me lo pones.
-Bueno, pero me he quedado a gusto -dice él, tras lo cual se pone a desvariar sobre la ridícula situación. Por suerte, el jefe llega poco después y ella puede salir huyendo.