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Franco y la lluvia

Un hombre de unos cincuenta y tantos entra al Críper y se pide un café.

-Vaya tiempo -dice el tipo. La camarera asiente y vuelve a lo suyo-. No llovía así desde hace años.

-Eso dicen todos los años -responde ella, volviendo inmediatamente a lo que está haciendo con la esperanza de que la conversación acabe ahí. Lleva tres días recibiendo a un cliente con ganas de charla tras otro y el único tema del que hablan todos es el mismo: Vaya tiempo.

-Sí, hacía años que no llovía así -continúa el hombre, truncando las esperanzas de la camarera. Encima, parece que va para largo-. Desde Franco. Cuando estaba Franco siempre llovía así. Luego, se murió y dejó de llover.

-Mmm -es la única respuesta de la camarera, que no sabe qué decir a eso.

-Sí, pero ahora vuelve otra vez la lluvia, habrá otro cambio. Franco regresará… u otro como él.

La camarera sólo puede pensar, con resignación, que ya le ha tocado en gracia aguantar a otro chalado. Hacía ya un tiempo que no entraba ninguno, estaba siendo demasiada suerte. Pero el tipo se toma la mirada como una manifestación de incredulidad o de desacuerdo.

-Pues sí, volverán esos tiempos, y falta que nos hace. Entonces era todo mejor, los políticos no nos robaban.

Ella tiene por norma no hablar de política, pero hace una excepción. Sólo le falta aguantar la chapa de un franquista chalado, así que valora la situación y piensa que, si se ofende, a lo mejor la deja en paz.

-Robaban igual, pero no les pillaban -replica, sin dejar de trabajar ni mirar al pesado siquiera. Tal y como esperaba, cambia su actitud.

-Sólo faltaba, qué iban a robar. Ahora sí roban, yo tenía un negocio y tanto robarme, que si IVA que si IBI, lo he tenido que cerrar. Eso con Franco no pasaba. Ya no hay valores -dice, levantándose y yendo hacia la puerta.

-Pues no te vayas sin pagar, tanto hablar de valores y me intentas choricear un café.

El tipo se queda parado, dudando y mirándola fijamente antes de reaccionar y sacar el dinero del bolsillo. La camarera se cobra y el hombre se va refunfuñando.

-Qué ganas de que vuelva Franco, cómo le necesita el país. Ya verán, se van a enterar.

Busca y captura

Tres hombres que parecen tres armarios entran al Críper y se piden unas cervezas. Están un buen rato charlando y finalmente pagan. La camarera les da el cambio y vuelve al sitio donde estaba haciendo paquetitos con las monedas de céntimo porque, si no, no se las acepta el banco.

—¿Y ahora? ¿Vamos a tu casa? —les oye decir.

—No, no, a mi casa no.

—Venga, hombre.

—Que no, que no.

—¿Por qué? Si ya hemos ido muchas veces.

—Es que —baja la voz, pero la camarera tiene buen oído y aún sigue escuchando mientras cuenta las monedas— estoy escondiendo a unos amigos por unos días. Les busca la Interpol.

—Anda ya.

—Que sí, coño. Se dedicaban a captar mujeres para venderlas a la mafia china y ahora están en busca y captura.

—Ah.

En ese momento, los tres se giran hacia la camarera y la miran fijamente. Ella no sabe si le han visto poner cara rara, o si simplemente prefieren prevenir, pero se van cagando leches y no les vuelve a ver por la zona.