El hombre entra al Críper y pide una caña. La camarera se la pone y, casi sin darle tiempo a soltarla, se la acerca a la boca. No llega a darle el primer sorbo, porque en ese instante llega el del bar de enfrente, cabreado.
—¿Qué? ¿No tienes bastante con irte sin pagar mis cubatas, encima tienes que robarle a los demás?
El tipo se encoge de hombros y la camarera le arrebata la cerveza de las manos, furiosa. Agradece la información al de enfrente , aunque en el fondo de poco sirve, salvo para no darle el gusto de emborracharse gratis: esa cerveza ya ha sido desperdiciada. Tira el contenido al fregadero mientras observa al muy cabrón marcharse tranquilamente, seguramente en busca del siguiente bar.