El loco vuelve de vez en cuando al Criper, pero la camarera siempre le echa y se marcha dócilmente. A veces aparece con un joven, que mira con resignación a la camarera cuando les dice que se tienen que marchar. Después, pasan un par de meses sin que aparezca y la camarera suspira con alivio, pensando que, a lo mejor, le han vuelto a ingresar o se ha mudado lejos, o algo, cualquier cosa, que impida que vuelva a pisar el local. Pero claro, no podía haber tanta suerte en su vida y una tarde calurosa vuelve a aparecer.
-Tienes que marcharte, ya te lo he dicho mil veces.
-No, quiero tabaco.
-No te lo voy a vender. Vete a otro sitio.
-No me pienso ir.
-Pues llamo a la policía.
-Pues llama si quieres, ¡ME VOY A CARGAR EN LA MADRE QUE TE PARIÓ, HIJA PUTA! -grita y comienza a amenazarla. La camarera coge con una mano el palo de madera reforzado con metal que siempre tiene a mano por si algún indeseable intenta propasarse y el móvil con la otra. Llama primero al jefe, porque nunca es bueno para un local tener un lío de estos.
-El loco está aquí y no quiere irse.
-Pues déjale.
-¿Cómo que le deje? ¡Me está amenazando! ¡Voy a llamar a la policía!
-¿Amenazando? ¿el de los clinex? (nota: ya hablaré del de los clínex, ya…)
-No, el de los clinex no. ¡El loco! -el loco se cansa de amenazar y se marcha entre tanto -.Déjalo, ya se fue.
La camarera cuelga el teléfono y le mira entrar en el bar de al lado. Casi seguro que no va a volver, pero por si acaso deja la barra cerca, no sea que vaya a necesitarla