Archivo por meses: octubre 2015

El botellín

Cuando la camarera llega, los tres abuelos llevan ya unas cuantas rondas. El jefe le dice que, si quieren más, tiene que ponerles un vino en concreto y cerveza, pero ella se fija en que uno de los que beben cerveza tiene botellín y el otro parece estar bebiendo cañas. Que es lo mismo, pero no es igual.

-Pon otra ronda -pide al rato uno de los abuelos.

-El vino y, ¿una caña y un botellín? -pregunta ella. Están los tres, pero solo habla el que pide.

-Bah, nah, dos botellines y ya.

La camarera le hace caso pero, en cuanto el que sospechaba que bebía caña ve el botellín ante él, dice:

-Yo no quiero botellín, que quiero caña.

-Yo he preguntado -se excusa la camarera. Y estabas delante, piensa.

-Que no, que yo no quiero botellín, coño, que llevo todo el rato bebiendo caña y ahora me pones botellín -se enfada el hombre.

-Si antes de servirle he preguntado… -La camarera mira al tipo que le ha metido en el lío, y este interviene:

-Que le he dicho yo que te ponga el botijo, cojones.

-¿Y tú quién coño eres para pedir por mí, hostia? -le replica el otro, muy ofendido.

Ambos se ponen a discutir hasta que el tercero cambia de tema y hacen una tregua. La camarera se retira entonces al otro lado de la barra, mientras el de la caña echa el contenido del botellín en su vaso y se lo bebe sin hacerle ascos.

El fugado

En cuanto la camarera ve de lejos al tipo, con la bata del hospital puesta, dos enormes bolsones y aires de desorientado, sabe que acabará en el Críper. No en vano toda la gente extraña acaba allí.
-Comida, comida -dice cuando, por supuesto, entra en el local.
-No -dice la camarera-. Vuelve al hospital.
<<Al menos lleva unos pantalones puestos>>, piensa. <<Solo me faltaba que no llevara nada debajo de esa bata>>.
-Ayuda, comida, comida -insiste él.
-Que no.
-Si quieres comida, te vuelves al hospital y allí te dan de comer -interviene un cliente, quitándole las palabras de la boca a la camarera.
-Por favor, comida, ayuda, comida -repite el fugado.
La camarera se harta y saca el teléfono para avisar a la policía: está claro que el hombre no está bien y que no debería haberse marchado del hospital. Necesita ayuda, pero no precisamente que le den de comer y le dejen seguir su vagabundeo. En cuanto el tipo ve lo que va a hacer, coge sus bártulos, sale del local y pronto desaparece de la vista: no tiene ninguna intención de volver al hospital.