Cuando la camarera llega, los tres abuelos llevan ya unas cuantas rondas. El jefe le dice que, si quieren más, tiene que ponerles un vino en concreto y cerveza, pero ella se fija en que uno de los que beben cerveza tiene botellín y el otro parece estar bebiendo cañas. Que es lo mismo, pero no es igual.
-Pon otra ronda -pide al rato uno de los abuelos.
-El vino y, ¿una caña y un botellín? -pregunta ella. Están los tres, pero solo habla el que pide.
-Bah, nah, dos botellines y ya.
La camarera le hace caso pero, en cuanto el que sospechaba que bebía caña ve el botellín ante él, dice:
-Yo no quiero botellín, que quiero caña.
-Yo he preguntado -se excusa la camarera. Y estabas delante, piensa.
-Que no, que yo no quiero botellín, coño, que llevo todo el rato bebiendo caña y ahora me pones botellín -se enfada el hombre.
-Si antes de servirle he preguntado… -La camarera mira al tipo que le ha metido en el lío, y este interviene:
-Que le he dicho yo que te ponga el botijo, cojones.
-¿Y tú quién coño eres para pedir por mí, hostia? -le replica el otro, muy ofendido.
Ambos se ponen a discutir hasta que el tercero cambia de tema y hacen una tregua. La camarera se retira entonces al otro lado de la barra, mientras el de la caña echa el contenido del botellín en su vaso y se lo bebe sin hacerle ascos.